¿Qué conexión existe entre el bautismo y la salvación? En forma concreta, ¿qué hay que hacer
para ser hecho hijo de Dios? Miremos lo que dicen las Escrituras. En esta lección estudiaremos:
A ninguno de nosotros le gusta tomar medicinas y aún menos que le apliquen una inyección. Pero
cuando estamos convencidos de nuestra necesidad de una inyección, ¡hasta pagamos para que nos
la apliquen! Lo mismo ocurre en las cosas espirituales. Dios, en su Palabra, nos muestra que como
humanos estamos desesperadamente enfermos.
Tenemos una enfermedad de rebeldía contra Dios. Vivimos ignorando la voluntad de nuestro Creador. A esto la Biblia le da el nombre de PECADO. A Dios no le gusta esa actitud de independencia y rebeldía que existe en nuestro corazón. Tenemos la costumbre de compararnos con los demás y creemos que no somos tan malos, pero Dios en su palabra afirma que “TODOS pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). El profeta Isaías exclama con tristeza que “TODOS nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6). El ojo puro del Señor, que penetra hasta lo más profundo de mi ser, me revela que peco mucho contra Él. Ofendo a diario su santidad. Lo terrible es que nuestro pecado nos condena. Dios, siendo santo y justo, se ve obligado a juzgar y castigar al pecador. “Porque la paga (sueldo) del pecado es muerte” (Romanos 6:23). El castigo que merecemos es la condenación eterna. ¿Has reflexionado seriamente sobre esto? Si Cristo aún no te ha salvado, estás condenado (Juan3:16). Vas rumbo al infierno.
¿Es posible que un pecador pueda ser salvo? ¿Cómo puede un Dios santo perdonar a una persona
que tanto le ha ofendido? Veamos en la Biblia el plan que Dios diseñó para resolver este problema.
Nosotros, como pecadores sucios y perdidos, no podemos acercarnos a un Dios santo y puro. En
su gran amor, Dios mismo tomó la iniciativa para salvar al hombre: “Porque de tal manera amó
Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en Él cree, no se pierda
mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Enviando a su Hijo amado, lo más preciado que tenía, Dios
Padre demostró su profundo deseo de salvar a cada hombre y a cada mujer. Nuestros muchos
pecados no le impidieron seguir amándonos. Cristo mismo “llevó nuestros pecados en su cuerpo
sobre el madero” (1 Pedro2:24). El Señor Jesucristo tomó sobre su cuerpo mis maldades y el
castigo que merecían: la ira de Dios. En la cruz del Calvario, Cristo fue castigado por mi pecado,
pagó el precio de mi deuda: la muerte.
Algunos se imaginan una balanza donde nuestras buenas acciones están a un lado y nuestras malas
al otro. Piensan que nuestras buenas obras pueden contrarrestar el mal que hacemos. Pero no nos
engañemos. Las cosas de Dios no funcionan así. Nuestras buenas obras no nos pueden salvar.
“Porque por gracia (bondad de Dios) sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don (regalo) de Dios. NO POR OBRAS para que nadie se gloríe” (Efesios2:8,9).
Si alguna persona pudiera ganarse el perdón y la salvación de Dios por sus propios esfuerzos, no habría sido necesaria la muerte redentora de Cristo. El hecho de que Cristo murió, demuestra que nuestros esfuerzos no nos pueden salvar. La asistencia a una iglesia no nos salvará. Tampoco la lectura de la Biblia, la oración, el bautismo, la participación en la Cena del Señor, ni el dar limosnas o ayudar al necesitado. No estamos diciendo que estas cosas son malas, pero ninguna de ellas nos puede salvar. Ni aun si son hechas con sinceridad y sacrificio. Cristo “nos salvó, NO POR OBRAS de justicia (obras buenas) que nosotros hubiéramos hecho…” (Tito 3:5). ¿Estás tratando de ganarte el perdón de Dios con tu buen comportamiento? Reflexiona. Nunca lo podrás lograr.
Hay muchos que con corazón sincero nos hemos hecho esta pregunta. Y gracias a Dios,
encontramos la respuesta en las Sagradas Escrituras. En desesperación, el carcelero de Filipos le
preguntó a Pablo y a Silas: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” y el apóstol respondió: “Cree en el
Señor Jesucristo y serás salvo” (Hechos16:30,31). ¿Qué es creer en el Señor Jesucristo? ¡Es mucho
más que creer que Jesucristo existió! Sí, creer en Cristo significa reconocer que el sacrificio del
Señor Jesucristo vale para MÍ, que Él cargó todos MIS pecados, que sufrió MÍ castigo, y que sólo
Él puede salvarme. La verdadera fe en Cristo necesariamente va acompañada de un
arrepentimiento sincero, y un apartamiento de lo que desagrada a Dios (Hechos 3:19).
Si aún no eres salvo, Cristo está tocando a la puerta de tu corazón en estos momentos. Te está hablando suavemente a tu conciencia animándote a que reconozcas tu pecado y que le invites a entrar y gobernar tu vida. “He aquí, yo (Jesucristo) estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré…” (Apocalipsis3:20). ¿Quieres nacer de nuevo? Te invito a que se lo digas al Señor en oración. Podrías decirle más o menos lo siguiente:
“Señor Jesucristo, reconozco que soy pecador y que te he ofendido con mis hechos, actitudes y pensamientos. Gracias por morir en la cruz por mí. Gracias por llevar el castigo que yo merezco. Ahora te invito a que entres en mi corazón y que gobiernes en mi vida. Gracias por tu perdón. Ayúdame a apartarme de lo que te desagrada. Haz de mi vida lo que tú quieras. Amén.”
Si has expresado el contenido de esta oración con humildad y sinceridad, puedes decir con confianza que ¡eres un hijo o una hija de Dios! Has recibido de Dios el regalo de la salvación.
El bautismo cristiano es un símbolo externo que refleja un cambio interno. Simboliza que hemos
nacido de nuevo. Las Escrituras que hemos visto en esta lección prometen vida eterna al que pone
su confianza en Jesucristo, sin mencionar el bautismo. Dios en su Palabra nos asegura: “Mas a
TODOS los que le RECIBIERON, a los que CREEN en su nombre, les dio potestad (derecho) de
ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Evidentemente la salvación no depende de ser bautizado o
parecen indicar que el bautismo es necesario para ser salvo. Miraremos estos versículos más
adelante. Considere las instrucciones del Señor a sus discípulos en Mateo28:19,20. Los envió a
hacer discípulos (creyentes comprometidos con el Señor), a bautizarlos, y a enseñarles. Este mismo orden se ve en diferentes ocasiones en el libro de los Hechos. El bautismo no te convierte en un discípulo sino que demuestra públicamente que YA ERES un discípulo. Si la salvación dependiera del bautismo, no habría esperanza para el que no encuentre quién lo bautice, o aquel que esté muriendo sin acceso a un charco de agua. Aun en la Biblia encontramos un ejemplo de esto: El ladrón que pidió a Jesús en la cruz que se acordara de él en su reino, recibió del Señor la seguridad de que ese mismo día estaría con Él en el paraíso. Era ya imposible para el ladrón recién convertido bautizarse, y sin embargo recibió la salvación (Lucas23:42,43). Es de esperar que, si hubiera tenido la oportunidad, este ladrón arrepentido se hubiera hecho bautizar. Pero es un ejemplo claro y concreto de un hombre salvo sin ser bautizado.
Una pregunta personal: Lo que hemos aprendido hasta ahora, demanda una revisión de tu estado con el Señor. ¿Ya has invitado a Cristo a tu corazón como el Salvador que necesitas?
If you would like to download this file, then you will have to unlock it by clicking one of the options below.
Share a message on Facebook to download this file!
Like this page on Facebook to download this file!
Follow us on twitter to download this file!
Tweet on twitter!
+1 us on Google Plus
Enter your email to download this file!
Purchase with paypal for
$
The download link will be e-mailed to your paypal e-mail.