Al comienzo de su ministerio, leemos que Jesús enseñaba y también bautizaba (Juan 3:22,26). Parece que un poco después, delegó la responsabilidad de bautizar a sus discípulos (Juan 4:2). Pero preguntémonos: ¿Por qué se bautizaban los seguidores de Jesucristo? ¿Quién fue el inventor del bautismo cristiano? Antes de partir, Jesucristo dio a sus discípulos instrucciones claras: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Esto es lo que llamamos el “bautismo cristiano”.
Es de notar que la práctica del bautismo comenzó mucho antes. Juan el Bautista, por ejemplo, bautizaba. En la tradición judía también encontramos ciertas formas de bautismo. Haremos referencia a algunas de éstas en el desarrollo de este curso, pero sólo para distinguirlas del “bautismo cristiano”, que es el bautismo que debemos practicar hoy día. En esta lección veremos:
El bautismo cristiano es el acto simbólico mediante el cual una persona que ha recibido al Señor
Jesucristo demuestra públicamente que es un discípulo de Él. El bautismo, por lo tanto, es un
símbolo exterior de una transformación interior. Consiste en ser sumergido en agua y ser sacado
de allí, confesando que se ha muerto y resucitado con Cristo.
La palabra “bautizar” proviene del término griego “BAPTIZO”, que significa “sumergir” o “hundir”. Esta palabra griega también se empleaba en el oficio de teñir tela en tinta. La tela o lana se sumergía o “bautizaba” totalmente en la tinta para quedar teñida. Entendemos, por lo tanto, que el bautismo simboliza una identificación estrecha. Al bautizarse, el cristiano se ‘sumerge’ visiblemente en Cristo (Romanos6:3) y en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia (1
Corintios12:13). Esto quiere decir que el que se bautiza se identifica de forma visible con el Señor y con su Iglesia.
Sencillamente porque en las Sagradas Escrituras leemos que el bautismo es el deseo de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo para cada creyente. Aun más, sus palabras en Mateo 28:19 expresan
un mandamiento para ti y para mí. Cristo mismo desea y espera que cada cristiano busque ser
bautizado. El Señor Jesucristo no deja lugar para que un creyente, que ha experimentado ya el
nuevo nacimiento, no se bautice. Si eres un cristiano y no te has hecho bautizar, tu situación no es
normal.
Los apóstoles y los primeros creyentes tomaron muy en serio estas instrucciones del Señor Jesucristo. Ellos predicaban la Palabra de Dios, y “los que recibieron su palabra fueron bautizados” (Hechos2:41). Más adelante, en Hechos8:35,36, leemos que Felipe le explicó el “evangelio de Jesús” al etíope que volvía de Jerusalén. Al terminar de hablar Felipe, el etíope le dijo: “Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?” ¿Por qué hizo el etíope tal pregunta? Tenemos que concluir que la enseñanza sobre el bautismo formaba parte del “evangelio de Jesús”. Es decir, si no predicamos, promovemos y practicamos el bautismo cristiano, nuestro mensaje es incompleto. Si miramos los ejemplos que encontramos en el libro de los Hechos, vemos sin excepción que el nuevo creyente se bautizaba tan pronto como podía después de su conversión. Concluimos entonces, que: El bautismo es la clara voluntad del Señor Jesucristo para todo cristiano.
El bautismo en agua es sencillamente un símbolo, una representación de lo que sucedió el día de
tu conversión. Cuando una persona decide entregar su vida al Señor, le recibe en el corazón con
toda sinceridad. En ese momento la persona ‘muere’ con Cristo, es ‘sepultada’ con Cristo, y
‘resucita’ con Cristo. A esto se le denomina IDENTIFICACIÓN con Cristo. Cuando Cristo murió
y resucitó, Él cargó el castigo que yo merecía. Es como si yo muriera y resucitara con Cristo. A
los ojos de Dios, el creyente cuenta como un crucificado, muerto, sepultado y resucitado EN
Cristo. Por eso “No hay condenación para los que están en Cristo Jesús” (Romanos8:1). ¿No es
esto maravilloso? Esta identificación ocurre por decreto de Dios para cada creyente en el momento de su conversión, y nadie puede anularlo.
En el mismo instante en que tú y yo nos rendimos al Señor, Dios nos identifica con Cristo, pero también nos identifica con la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo. La Iglesia no es una denominación, sino el conjunto de todos los verdaderos cristianos en todo el mundo, en todos los tiempos. Estas dos identificaciones (con Cristo y con la Iglesia) son actos espirituales, y ocurren por decreto de Dios en el momento de la conversión. Una vez que han sucedido, nadie puede anularlas.
El bautismo representa lo que ocurre en la conversión. Es un símbolo visible de una transformación espiritual e invisible. Simbólicamente la persona es “sepultada” en el agua, y sale otra vez de allí “resucitada” Es un pequeño “drama” de una realidad espiritual que ocurrió en el día de su conversión. Entendiendo esto, ¿qué razón habría para bautizar a una persona que aún no se ha entregado a Cristo? El orden bíblico es: primero creer, luego bautizarse. Hacer discípulos y bautizarlos. Evidentemente sólo los que han tenido la experiencia espiritual pueden
representarla en las aguas del bautismo. De otro modo estarían presentando ante Dios, la Iglesia y el mundo, una mentira. Una pregunta personal En este momento cabe la pregunta: ¿Eres creyente?
¿Has tenido la experiencia del nuevo nacimiento? ¿Has recibido la salvación eterna y el perdón de
los pecados por la obra del Señor Jesús en la cruz? Si tu respuesta es “sí”, damos la gloria a Dios
por su gracia, y te preguntamos: ¿Ya te bautizaste?
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