(2) El fin del viejo hombre y el comienzo de la nueva vida En la lección anterior, estudiamos el primer significado simbólico del bautismo: demostrar que el creyente ha muerto y resucitado con Cristo, que tiene una nueva POSICIÓN ante los ojos de Dios y de Satanás. En esta lección estudiaremos el segundo significado simbólico del bautismo cristiano: Mostrar que su “viejo hombre” ha muerto y que ahora es una “nueva criatura”. Este cambio en nuestra CONDICIÓN INTERNA lo consideraremos de la siguiente manera:
Las Escrituras llaman “viejo hombre” a la naturaleza pecaminosa que heredamos de Adán.
También se le da el nombre de “la carne” y a veces sencillamente se le llama “pecado”. Esta es la
que produce en nosotros los pecados, las maldades, las transgresiones. La Biblia lo compara con
un árbol malo, el cual sólo da frutos malos. Así nuestro “viejo hombre” sólo produce pecados, no
puede producir nada de provecho. Lo más bonito que el “viejo hombre” puede producir luce como
“trapo de inmundicia” a los ojos de Dios (Isaías64:6). El “viejo hombre… está viciado
(corrompido) conforme a los deseos engañosos” (Efesios4:22). No puede hacer nada bueno, sólo
produce maldad. Ni siquiera cambia cuando la persona recibe al Señor Jesús. En ese momento el
“viejo hombre” pierde su dominio sobre esa vida, pero sigue igual de pervertido. Aunque el “viejo
hombre” acompañará al creyente hasta el regreso del Señor, no debemos dejar que domine en
nuestra vida. Para Dios esta naturaleza perversa ya murió, ya fue juzgada definitivamente, ya tuvo
el tratamiento que merecía: ser castigada y condenada. ¿Cuándo? En la cruz del Señor Jesucristo,
donde “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el cuerpo del pecado sea
destruido” (Romanos6:6). Esta naturaleza perversa no ha dejado de existir en nosotros. Aún puede
influir en nuestras vidas. Pero el “viejo hombre” no tiene más autoridad sobre el creyente
(Romanos6:14). Por esta razón el cristiano no tiene que ser esclavo de su pecado. En el Señor
puede encontrar el poder para mantener crucificada a esta mala naturaleza. Debe tener claro que
ya no es esclavo del pecado que antes le dominaba, sino esclavo de la justicia (Romanos6:18). ¡Su
victoria está asegurada en Cristo!
El “nuevo hombre” es “engendrado” de Dios (Juan1:12,13). Es la misma naturaleza de Dios
implantada en nosotros a través de un nuevo ser. Es completamente nuevo y completamente divino
(2 Pedro1:4). Cuando una persona acepta al Señor Jesucristo como su Salvador y Señor, “nace
otra vez”, pero no en una forma visible como la primera vez, sino en forma espiritual (Juan3:5-8).
La Palabra nos dice: “si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (2 Corintios5:17). Esta verdad
es tan extraordinaria que es fácil confundirla con otras cosas: Es cierto que recibimos al Espíritu
Santo en el momento de nuestra conversión, pero el Espíritu Santo NO es el “nuevo hombre”. El
Espíritu Santo es Dios: Él es quien engendra este nuevo ser (Juan3:5). Algunos piensan que Dios
nos quita el “viejo hombre” y lo reemplaza con el “nuevo hombre”, haciendo así imposible que el
verdadero creyente llegue a pecar. Si esto pensamos, nos “engañamos a nosotros mismos” (1
Juan1:8). Otros piensan que Dios transforma el “viejo hombre” gradualmente, convirtiéndolo en
el “nuevo hombre”, pero la verdad es que ese “viejo hombre” que heredamos de Adán, y el “nuevo
hombre” que recibimos de Cristo, existen juntamente durante toda nuestra vida de creyentes. Estos dos batallan continuamente entre sí. El “nuevo hombre” es un nuevo ser de naturaleza divina, que nace en el momento de la conversión: un nuevo Alfonso, una nueva Lucía. Este “nuevo hombre” no practica el pecado, ni puede pecar, porque es nacido de Dios (1 Juan3:9). Por lo tanto, este “nuevo hombre” vence al mundo (1 Juan5:18). ¿No es esto maravilloso? Verdaderamente nuestro amante Padre nos ha dado en su Hijo mucho más de lo que nosotros imaginaríamos o pediríamos.
Te estarás preguntando: Si soy una nueva criatura, ¿por qué peco? Si mi “nuevo hombre” no peca,
¿por qué a veces cedo ante la tentación? Romanos7:22-25 nos revela que hay una lucha
permanente entre el “hombre interior” (el mismo “nuevo hombre”) y “la carne” (el “viejo
hombre”). Están en continua oposición el uno contra el otro. Y, efectivamente, esto se ve en el
momento en que viene la tentación o la prueba: siento una fuerza que me empuja a caer y otra que
me muestra que no debo ceder. El cristiano que vive de acuerdo a los deseos de su “nuevo hombre”
se llama un cristiano “espiritual”, pero el que se deja dominar de su “viejo hombre” la Biblia lo
llama un cristiano “carnal” (1 Corintios3:1-3). Entonces queda la pregunta ¿qué puedo hacer para
triunfar sobre la carne?
Comparemos nuestra vida con una carretilla y nuestro “viejo hombre” con un caballo que mueve esta carretilla. Desde nuestra niñez, nuestro “viejo hombre” determina el movimiento y la dirección de nuestra vida (ver diagrama 2). Al entregarnos a Cristo, recibimos de Dios el “nuevo hombre”. Es como si otro caballo fuera conectado a nuestra carretilla. Ahora tenemos dos caballos tirando de una carretilla, pero en direcciones opuestas. ¿En qué dirección se moverá la carretilla? La respuesta es lógica: depende de cuál de los caballos es más fuerte. Si tu “viejo hombre” es más fuerte, tu carretilla se moverá en esa dirección. Tu forma de vivir se parecerá mucho a la de un inconverso. Cuando el “nuevo caballo” está tirando de la carretilla en su dirección, esto se reflejará necesariamente en nuevos deseos, nuevas ambiciones, nuevas prioridades, nuevas formas de ver la vida, nuevas formas de ver el pecado, nuevas metas. Es decir, una nueva manera de vivir. No una FACHADA cristiana, sino una VIDA cristiana. Nos gustaría deshacernos definitivamente del caballo viejo. Pero esta tendencia pecaminosa estará con nosotros durante toda esta vida. Cuando el Señor venga para arrebatar a los creyentes, nos liberará de esta funesta naturaleza. ¡Qué feliz será entonces nuestra existencia en los cielos con nuestro Señor! Pero mientras tanto, sigue la lucha. Para vivir victoriosamente, varias cosas te son necesarias: (1) Alimenta tu nueva naturaleza: El caballo viejo se alimenta y se fortalece con cualquier basura. Si miras una mala revista o película, tu “viejo hombre” se fortalece. Las malas conversaciones y amistades, las visitas a lugares que no convienen, las ambiciones materiales, muchas telenovelas y canciones del mundo, todo ello alimenta y fortalece también a nuestro “viejo hombre”. Este mundo está lleno de cosas que alimentan al caballo viejo. Por eso debemos andar con tanto cuidado. ¡No le proveamos alimento a la carne! (Romanos13:14). El caballo nuevo, en cambio, es completamente diferente. Esta nueva naturaleza se alimenta de las cosas del Espíritu, se nutre de la Palabra de Dios, del conocimiento del Señor Jesucristo, de la comunión con Dios. De ahí la importancia de integrarse en una sana asamblea (iglesia local), de leer la Palabra todos los días, de meditar en ella, de memorizar versículos, de estudiarla con seriedad, tal como lo estás haciendo con este curso. Cultivar buenas amistades con otros creyentes sinceros, también alimenta y estimula a la nueva naturaleza (2 Timoteo2:22). Si le damos abundante ‘comida’ estará fortalecida para la lucha contra el “viejo hombre”. Esta lucha entre las dos naturalezas es continua, y la gana la más fuerte de las
dos. ¿Con qué seriedad estás alimentando tu nueva naturaleza? (2) Pide ayuda al Señor: En el momento de la lucha, cuando sentimos la tremenda fuerza de la tentación, no podemos depender de nuestra propia fuerza y astucia. Dirijamos al Señor un sencillo “Señor, ¡ayúdame a hacer lo que debo!”. “Fiel es Dios que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir” (1
Corintios10:13). (3) Huye de la tentación: Debemos alejarnos de aquello que nos está provocando a pecar. “Huid de la fornicación” (1 Corintios6:18), “Huid de la idolatría” (1 Corintios10:14). “Oh hombre de Dios, huye de estas cosas [la avaricia, el amor al dinero, el materialismo]” (1
Timoteo6:8-11), “Huye también de las pasiones juveniles” (2 Timoteo2:22). Es cierto que
debemos “resistir al diablo”, pero no debemos resistir la tentación, sino huir de su presencia.
El nuevo nacimiento marca el comienzo de una nueva vida. Con el bautismo “dramatizamos” el
hecho que el “viejo hombre” ya no gobierna, que hemos nacido de nuevo, que hemos recibido de
Dios un “nuevo hombre”. ¡Ahora nos corresponde vivir esta nueva vida! En la Biblia encontramos unas sanas pautas: (1) No busques ser popular en el mundo: El mundo sin Cristo está dominado por “viejos hombres”. Para ser popular en este mundo, hay que negar los principios de Dios y dejarse dominar por el “viejo hombre”. El apóstol Pablo expresa su sentir al respecto: “Nuestro Señor Jesús, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gálatas6:14). Recuerda
que fue el mundo el que rechazó y crucificó a nuestro Señor Jesús. No trates de imitar al mundo. Tampoco trates de ser popular en él (Lucas6:26). Ya no perteneces allí (Juan17:14-16). (2) Busca darle libertad de acción a tu nueva naturaleza: Dios no nos llama a ser hipócritas ni a vivir lo que no somos. ¡Todo lo contrario! Nos llama a vivir lo que somos, a despojarnos del viejo hombre con sus hechos, y revestirnos del nuevo (Colosenses3:9,10). ¿Debo Es decir, no actuar más como actuábamos antes de ser libres, sino que cada vez más sea la nueva naturaleza la que domine nuestras acciones, pensamientos y palabras. (3) Sirve a tu nuevo Dueño con amor y sacrificio: Antes usábamos nuestras capacidades y recursos para hacer lo que le agrada al “viejo hombre”. Ahora “presentad vuestros miembros para servir a la justicia” (Romanos6:19). Esto significa, obedecer a un nuevo dueño. Antes, servíamos al pecado y a Satanás con toda fidelidad. Ahora, con mayor anhelo y entrega debemos servir al Señor con nuestros miembros, nuestra mente, nuestra profesión, nuestra familia, nuestro tiempo, nuestros bienes. Sirvámosle con todo lo que somos y tenemos. (4) No mires con liviandad al pecado: La Palabra nos enseña en Gálatas6:8 a no sembrar para la carne (“viejo hombre”). Sí sabes que algo no te conviene, ¡apártate de ello! ¡Sé radical! Sembrar para la carne, dedicar tiempo a las cosas pecaminosas y disfrutarlas, fortalecerá el “viejo hombre”, dominará tu manera de vivir, y traerá una cosecha amarga. Ocuparte del Espíritu, de las cosas celestiales, del Señor Jesús, de su Palabra y de la oración, es “vida y paz” (Romanos8:6). Esta es la vida que el Señor diseñó para los suyos y la única manera de tener verdadera felicidad. (5) Busca la dirección del Espíritu Santo: En Romanos8:14 leemos que el cristiano debe ser guiado por el Espíritu Santo. En otras palabras, debemos buscar la dirección del Espíritu de Dios en todas nuestras decisiones.
Una pregunta personal: ¿Existe una tentación ante la cual caes regularmente? ¿Qué vas a hacer la próxima vez que seas tentado? ¿Toleras en tu vida amistades o prácticas que alimentan tu vieja naturaleza? ¿Buscas ser aceptado en el mundo?
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