(1) Identificación con Cristo en su muerte y resurrección En los evangelios encontramos el mandato del bautismo cristiano y en el libro de los Hechos ejemplos de su práctica. Para entender el significado del bautismo necesitamos buscar en el resto del Nuevo Testamento, y especialmente en las epístolas. El bautismo es “un paso de obediencia”, porque el creyente que pide ser bautizado, está demostrando amor al Señor y obediencia a su Palabra. Pero ¿por qué habrá inventado Cristo esta práctica de meternos al agua? ¿No habría una forma más sencilla de demostrar nuestro amor y obediencia al Señor? El Antiguo Testamento contiene un buen número de actos simbólicos o pequeños ‘dramas’ para ilustrar verdades espirituales. Entre ellos encontramos la celebración de la Pascua y otras fiestas, la circuncisión de todo varón judío, los lavamientos y sacrificios de los sacerdotes de Israel, y muchos más. El Nuevo Testamento se refiere a estas actividades visibles como “sombras” de realidades espirituales (Hebreos10:1). En el Nuevo Testamento también encontramos unos cuantos actos simbólicos, y debemos tomarlos con la misma seriedad. El bautismo es uno de ellos. Es un pequeño ‘drama’ que el Señor pide a todo cristiano hacer UNA SOLA VEZ después de creer, pues ilustra algo que ocurrió en el momento de su conversión. En el momento de la conversión, una variedad de cosas ocurren: en ese momento nuestros pecados son perdonados, somos declarados justos, nacemos de nuevo, recibimos al Espíritu Santo, somos hechos hijos de Dios, entramos a formar parte del Cuerpo de Cristo (la Iglesia) y mucho más. La forma de ejecutar el bautismo cristiano ha sido escogido por
Dios para representar o “dramatizar” esencialmente DOS de estos cambios. Estos son: (1) Nuestra identificación con Cristo en su muerte y resurrección, y (2) El fin del viejo hombre y el comienzo de la nueva vida. El primero de estos, representa un cambio en nuestra POSICIÓN ante los ojos de Dios, de Satanás y de las huestes espirituales. Estudiaremos nuestra posición en Cristo en esta
lección. El segundo aspecto representa un cambio en nuestra CONDICIÓN INTERNA. Este cambio lo estudiaremos con más detalle en la próxima lección. Veamos enseguida:
El Bautismo: La confesión pública de lo que pasó cuando recibí a Cristo como Salvador El día en que un hombre muere, una variedad de cosas ocurren. Por ejemplo, si es casado, al morir, su esposa queda libre para casarse con otro. Si tiene una finca, al morir deja de ser suya y pasa a ser de sus herederos. Similarmente, el haber muerto con Cristo trae consigo una variedad de consecuencias. Entre ellas:
(1) Quedamos sin deuda: Al estar “muerto” en Él, el creyente “ha sido justificado del pecado” (Romanos6:7), es decir, Cristo pagó todo el precio de todos sus pecados. ¡Qué maravillosa consecuencia! ¡Toda la deuda ha sido pagada! ¿Quién vendrá a acusarnos o a cobrarnos? ¡Estamos libres!
(2) Quedamos libres de la ley: “La ley se enseñorea del hombre, entretanto que éste vive… Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo” (Romanos7:1,4). ¡Ésta es otra consecuencia maravillosa! ¡Libres de la ley! Las leyes descritas en el Antiguo Testamento, junto con sus castigos, no tienen poder alguno sobre los muertos, y en Cristo el creyente ha muerto. Nuestra nueva POSICIÓN en Cristo, nos libera de las tremendas demandas de la ley. En verdad que no se le ha escapado ningún detalle a nuestro Dios y Padre,
¡sea bendito para siempre! Como cristianos, buscamos obedecer y agradar al Señor porque le amamos y no porque estamos bajo las leyes dadas por Moisés al pueblo judío. Debemos conservar firmemente esta libertad que tenemos “en Cristo” y cuidarnos de no volvernos a “esclavizar” (Gálatas4:9) con reglas que Dios nunca diseñó para el cristiano.
(1) “Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses3:1-3). Dicho de otra manera, el resucitado debe vivir de acuerdo con su nueva POSICIÓN. “Os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efesios4:1,2). Así como un nuevo presidente debe comportarse de acuerdo a su POSICIÓN como presidente, así también nosotros los creyentes debemos comportarnos de acuerdo a nuestra nueva POSICIÓN. Nuestras acciones deben ser hechas con proyección a la eternidad, atesorando en los cielos más bien que en la tierra.
(2) Ya no hay necesidad de temer a Satanás ni a sus huestes, pues son enemigos derrotados. Consu resurrección, Jesucristo derrotó definitivamente a Satanás y a sus huestes. Como creyentes compartimos esta victoria de Cristo. Satanás sabe muy bien que el creyente está firmemente asegurado en el equipo ganador. ¿Temes a Satanás y su mala influencia? Recuerda tu POSICIÓN. Estás “en Cristo”. Después de su resurrección, Cristo dijo: “Toda potestad (autoridad o poder) me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo28:18). Debemos ser sobrios y velar porque Satanás busca la caída del creyente descuidado (1 Pedro5:8), pero nunca debemos “temer” a Satanás.
Una pregunta personal: ¿Estás gozando de la seguridad de estar “en Cristo”? ¿Vives una vida digna de esta posición tan especial? ¿Con cuánto empeño estás buscando las cosas de arriba?
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